PATRONOS DE CÓRDOBA
Muchos piensan que el patrón de Córdoba es San Rafael, pero no es así. Nuestros patronos son los hermanos Acisclo y Victoria, cristianos en tiempo de los romanos y fueron los primeros mártires cordobeses.
Huérfanos de padres, vivían bajo el cuidado de una noble madrona llamada Minciana, cuando fueron denunciados por cristianos y llevados en presencia del juez, el cual se esforzó por arrancarles la fe de Cristo y viendo su fracaso los condenó a los horrores de la cárcel, a los tormentos de los azotes, del fuego y del agua...
Vista su constancia, mandó cortar los pechos y la lengua a Victoria en el Anfiteatro Romano, al mismo tiempo que su hermano Acisclo era degollado a orillas del río Guadalquivir.
El cadáver de Victoria fue trasladado por Minciana, al mismo lugar donde yacía Acisclo y donde posteriormente, sobre su sepulcro, fue construida la célebre Basílica.
A la caída del Imperio Romano, la Colonia Patricia fue codiciada por muchos.
Fue saqueada por vándalos y aunque los visigodos expulsan a los saqueadores, Córdoba se mantiene rebelde al poder visigodo...
No llevaba mucho tiempo Agila como rey de los visigodos, cuando éste traza un plan para minar la resistencia de los cordobeses y así poder quedarse con la ciudad. Agila ataca Córdoba y profana la tumba de San Acisclo motivo por el cual la ciudad se reveló; al contrario de lo que se pretendía que era desmoralizar a la población, el rey visigodo fue derrotado perdiendo la batalla, un hijo, el grueso del ejército y hasta el tesoro real.
De ahí la intensa devoción de los cordobeses por esos mártires. Allí permanecieron varios siglos recibiendo el devoto de los cordobeses, repartiéndose sus preciadas reliquias en diferentes ocasiones.
San Eulogio envió una de esas reliquias al obispo de Pamplona; en el Monasterio de San Román, cerca de la ciudad de Toro. De igual tiempo las hay en la ermita de Santiago del Camino en Medina Sidonia; hacia el año 810 fueron trasladadas sus cabezas y gran parte de sus cuerpos a Tolosa en Francia; en el monasterio benedictino de San Salvador de Breda. Las reliquias que quedaron en Córdoba, fueron sepultadas juntamente con los demás mártires en el sepulcro que providencialmente fue hallado el día 21 de noviembre de 1575 en la iglesia de San Pedro, donde en la actualidad son veneradas.
Huérfanos de padres, vivían bajo el cuidado de una noble madrona llamada Minciana, cuando fueron denunciados por cristianos y llevados en presencia del juez, el cual se esforzó por arrancarles la fe de Cristo y viendo su fracaso los condenó a los horrores de la cárcel, a los tormentos de los azotes, del fuego y del agua...
Vista su constancia, mandó cortar los pechos y la lengua a Victoria en el Anfiteatro Romano, al mismo tiempo que su hermano Acisclo era degollado a orillas del río Guadalquivir.
El cadáver de Victoria fue trasladado por Minciana, al mismo lugar donde yacía Acisclo y donde posteriormente, sobre su sepulcro, fue construida la célebre Basílica.
A la caída del Imperio Romano, la Colonia Patricia fue codiciada por muchos.
Fue saqueada por vándalos y aunque los visigodos expulsan a los saqueadores, Córdoba se mantiene rebelde al poder visigodo...
No llevaba mucho tiempo Agila como rey de los visigodos, cuando éste traza un plan para minar la resistencia de los cordobeses y así poder quedarse con la ciudad. Agila ataca Córdoba y profana la tumba de San Acisclo motivo por el cual la ciudad se reveló; al contrario de lo que se pretendía que era desmoralizar a la población, el rey visigodo fue derrotado perdiendo la batalla, un hijo, el grueso del ejército y hasta el tesoro real.
De ahí la intensa devoción de los cordobeses por esos mártires. Allí permanecieron varios siglos recibiendo el devoto de los cordobeses, repartiéndose sus preciadas reliquias en diferentes ocasiones.
San Eulogio envió una de esas reliquias al obispo de Pamplona; en el Monasterio de San Román, cerca de la ciudad de Toro. De igual tiempo las hay en la ermita de Santiago del Camino en Medina Sidonia; hacia el año 810 fueron trasladadas sus cabezas y gran parte de sus cuerpos a Tolosa en Francia; en el monasterio benedictino de San Salvador de Breda. Las reliquias que quedaron en Córdoba, fueron sepultadas juntamente con los demás mártires en el sepulcro que providencialmente fue hallado el día 21 de noviembre de 1575 en la iglesia de San Pedro, donde en la actualidad son veneradas.
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